cansado e incapaz,
tal como si un somnífero le agarrara
sin dejarse sentir.
Y la pena, una pena indefinida y cruel
le va royendo las mas finísimas capas
de una piel de acero.
Y su piel, de acero,
va cediendo espacio a la agresividad
incierta y desconocida, a una agresividad
tan fuerte como la misma materia,
centímetro tras centímetro, cada milímetro
resquebrajado forma su capa
permeable e insegura.
Se nota un frío mortal
al llegar a su meta.
Esa fibra delgada que parece inaccesible
esa fibra delicada y blanda como algodón,
pura, infantil, pobre.
Su riqueza se pierde al romper con
su capa acerosa.
Una corteza vencida que enseña
su propia debilidad, su propio fracaso,
su alma traspasada y abatida.
23.02.87